sábado, 27 de julio de 2013

A perro flaco todo son pulgas

A pesar de ser consciente que mi penosa vida social se va a ver aún más perjudicada debo reconocerlo, tenemos piojos. Si, es un hecho.

El mayor llevaba todo el día de ayer rascándose la cabeza y algo me olía mal, y por si mi estado de ansiedad y estrés no estuviese ya suficientemente perjudicado, hoy me ha empezado a picar a mí.

Hemos ido a la farmacia y por el módico precio de 36,94€ hemos salido de allí con lociones anti piojos, champús anti piojos y "liendrera", un cepillito con púas de acero muy juntas que sirve para extraer los cuerpos de los parásitos una vez idiotizados por el champú y la loción. Idiota he acabado yo intentando quitarle los piojos al mayor y hacer todo lo que hago normalmente. 

Por un momento pensé que arderíamos como en Troya. La cena en el fuego, el pequeño en la bañera, el mayor en la fase dos del despiojamiento con la loción puesta y yo cepillito en mano quitándole todos los parásitos. Mientras a mi parecía que me iban a comer del picor que tenía, pero todo a su debido tiempo, me decía a mí misma: Primero baña a los niños, champú, loción, purga con el cepillito, los sientas a cenar y mientras ven Bob Esponja y comen patatas, tú te duchas y te despiojas. 

Tengo que dejar de idear planes perfectos

Se me han quemado las patatas, al pequeño el champú antiparasitario le ha entrado en los ojos y se ha puesto a los gritos mientras el mayor aprovechaba el despiste para largarse. En un momento he puesto orden, he aclarado al pequeño, pañal y lo he inmovilizado en su silla de la mesa, he localizado al mayor y lo he paralizado frente a Bob Esponja mientras acababa de quitarle los piojos, liendres y todo lo que no fuera pelo de esa cabecita. Mientras se acaban de hacer la segunda tanda de patatas, las he sacado, chorro de tomate frito al canto -para garantizar el éxito de la operación- y me he largado a la ducha. En cinco minutos estaba limpita y despiojada, lista para servir el yogur a mis exigentes comensales.

En la fase del yogur he pasado a hacer todas esas tareas que poco a poco mis padres me han ido encargando. Darle de comer a los perros, los pequeños y los grandes, las gallinas, poner lavadoras, encender el alumbrado cuando oscurece y finalmente limpiar la cocina. Cuando acabo -niños a la cama- suele pasarme como cuando llama su padre, una pesadilla, pero me los camelo con un cuento, leche, musiquita y en una media hora (a veces más) están durmiendo. 

Y una vez que he acabado tengo la sensación de que me ha caído un rayo encima y sólo alcanzo a buscar lugar donde dejarme caer y ya.

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