lunes, 8 de julio de 2013

Sin un chavo

Ésta sí que es buena. Ahora resulta que con todo este jaleo, el mozo se ha crujido todos los ingresos habidos y por haber. No paga las facturas, las mías por supuesto, y aquí estoy sin poder usar mis tarjetas, con avisos en el móvil de que me van a cortar el teléfono y viviendo de la caridad de mis padres.

Mientras él pasea modelitos nuevos cada vez que tengo oportunidad de verle a través de Skype (habla por videoconferencia con los niños). Se corre juergas y va de aquí para allá. Lo digo por lo que me cuenta, que maldita sea la gana que tengo yo de que me cuente nada. En conclusión, se subió a un tren de vida que le hipnotizó y lejos de hacer las cosas bien, empezó a hipotecar aún más nuestro futuro y lo que es peor, a comprometer el futuro próximo de sus hijos. 

Esta noche quiere que hablemos del tema por Skype. Malditas las ganas (otra vez). Le dije que de estos temas hablase con mi abogado, pero él insiste. Le escucharé, quiero saber que tiene que decirme y después, que sea mi abogado el que actúe.

No puedo más. ¿Cuándo va a acabar esta pesadilla?

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