viernes, 26 de julio de 2013

Pesadilla en Skype Street

Llevo ya casi dos meses en España y mis hijos hablan prácticamente a diario con su padre, lo cual para mí supone un suplicio, no por el hecho en si, si no por todo lo que trae consigo.

Al principio, cuando llegamos a España, el mayor le preguntaba cuando venía y cuando lo iban a ver y el padre que parece ser, tenía pensado venir en junio, les decía que en un par de semanas se verían. Pasaron las semanas y el padre finalmente no vino y eso resultó ser una decepción para el mayor. Normal. 

Después de lo sucedido y supongo que también debido a la falta de roce, a los niños ya nos les apetece hablar con su padre. El mayor directamente se niega, hay días en los que lo expresa más claramente que otros pero básicamente no quiere hablar con él. El pequeño que vivió enamorado de su padre desde que nació y para el que fue un shock no verlo con la frecuencia que le gustaría en todo este proceso de separación, ha decidido recientemente apuntarse a la moda de su hermano y negarse a hablar con él. Tiene a penas veintiún meses pero si algo he aprendido yo con todo esto es que los niños perciben mucho, muuuuucho más de lo que nos pensamos. Por contra también aceptan muchos de los cambios que una separación supone con mayor naturalidad de la que nos esperamos los adultos.

Suelen hablar por Skype ya que las llamadas a mi móvil alemán fuera del territorio alemán me cuestan un ojo de la cara aunque al principio lo asumía como parte de la situación entendiendo que ya que esas llamadas redundan en beneficio del padre, éste se haría cargo de esas facturas. Qué ingenua. A principios de julio me llegó un mensaje que decía que me cortaban la línea móvil por impago y tuve que hacerle ver al lince del padre que o pagaba la factura o lamentablemente no sería posible continuar con el contacto telefónico con sus hijos. Qué bochornoso tener que recurrir a este tipo de ultimátums porque parece que su sentido común no llega a tanto.

Aunque pagó la factura decidí no hipotecarme el futuro a la espera de que él se hiciera cargo o no de las facturas de móvil. Ni hablar. Le dije que hablaríamos por Skype siempre y cuando yo tuviera cobertura wifi en mi teléfono o si no en el ordenador en casa de mis padres. Así lo hemos venido haciendo este último mes.

Cada vez que recibo un mensaje en el que me pregunta si puede hablar con los niños se me cae el alma a los pies porque sé que me toca media hora desesperante. Es una pesadilla.

Consecución de los hechos de forma resumida:

1.- Llega mensaje del padre.
2.- Niños, papá va a llamar. 
3.- El mayor grita que no y el pequeño se escabulle.
4.- Ignoro sus reacciones porque es algo por lo que hay que pasar, queramos o no -hijos, asumámoslo-. Pongo en marcha el programa y espero la llamada. Mientras, los voy animando a que se acerquen a decirle algo a su padre.
5.- Mi hijo mayor me explica que quiere jugar, que se lo está pasando muy bien y que NO QUIERE hablar con su padre.
6.- Su padre llama, descuelgo, nos vemos las caras (qué suplicio), no nos decimos nada y llamo a los niños, les urjo a que vengan que papá les espera. 
7.- Mi hijo mayor ignora mis llamadas y el pequeño ya está a punto de atravesar la frontera con una identidad falsa.
8.- Yo me pregunto por qué tengo que asumir ese rol cuando yo soy la primera que entiendo porqué los niños no quieren hablar con su padre aunque siguiendo las recomendaciones de mi abogado y pisoteando mis principios y mi autoestima continúo, ya con un tono más serio pidiéndoles a los niños que se acerquen al ordenador.
9.- Llamo a la interpol y consigo dar con el pequeño, le pongo los grilletes y lo poso delante del ordenador, su padre le dice cuatro tonterías, él parece que reacciona a alguna y después de como mucho unos minutos se ha largado y me vuelvo a quedar sola con el padre. ¡Yupi!
10.- Le digo al mayor que si no quiere hablar con papá que no pasa nada pero que al menos venga a decirle hola, le explique que está jugando y que después podrá seguir con lo que está haciendo. Después de repetirlo varias veces lo hace pero se niega a hablar en alemán con su padre y hace tonterías que me ponen nerviosa.
11.- El mayor continúa con su teatrillo, ese que si pudiésemos traducir en nuestro idioma de adultos diría algo así como "papá no me gusta nada de todo esto, no quiero hablar contigo porque has hecho cosas que aunque no consigo entender muy bien, no me gustan y además gritas y hablas mal a mi mamá cuando te enfadas y que sepas que cuando me despierto por las noches quien está a mi lado es mi mamá y cuando mi hermano me engancha del pelo es mi mamá quien corre a rescatarme y cada vez que me caigo es mi mamá quien viene corriendo y me canta "sana, sana". Papá, es que hace tanto tiempo que no acumulo un recuerdo agradable contigo que no me apetece decirte nada como si nada de lo anterior fuese importante"
12.- Decido que ya basta y vuelvo a intentar acercar los niños al ordenador para que se despidan y podamos acabar con toda esta pantomima, volvamos al punto número 7. 
13.-Finalmente se despiden y colgamos.

Así todos los días. Días mejores y días peores pero básicamente nos pasamos media hora de esta guisa. Insisto, ¡qué pesadilla!



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