domingo, 11 de agosto de 2013

A dos días...

La situación en sí misma lejos de mejorar ha empeorado, la comunicación es mala o nula si tenemos en cuenta que o me responde que lo hablará con su abogado o sencillamente no me responde.

Más allá de exigencias que considero justas, como qué va a hacer con los niños, dónde va a estar con los niños o quién va a estar con los niños ahora lo que me produce cierta ansiedad es el hecho de que necesitaría contarle cómo son sus hijos a día de hoy.

Digamos que todo se desmoronó a finales de febrero, entonces empezó a evadirse de sus responsabilidades en casa y a evadirse más concretamente de sus responsabilidades como padre justificándolo en el volumen de trabajo. Más allá de que fuese cierto o no, la cuestión es que lleva seis meses sin tratar mucho con sus hijos.

Cuando la separación fue un hecho, recogía a los niños una tarde de la guardería y pasaba unas horas los fines de semana con ellos. A eso sumémosle que llevamos dos meses y medio en España y las comunicaciones por Skype no son del todo fructíferas. 

En todo este tiempo mi hijo pequeño ha hecho el cambio de bebé a niño, ya no utiliza pañal, come él sólo y además detesta que quieras robarle esa autonomía, por no hablar de la cantidad de vocabulario que ha adquirido, principalmente en español y versionado, claro. Su hermano mayor también ha hecho cambios y no sólo físicos.

Son cosas, algunas tal vez sin importancia pero que los convierten poco menos que en desconocidos. Hasta ahora yo estaba pataleando en la lucha de amortiguar ese choque que tal vez se pudiese llegar a producir cuando estos tres desconocidos se hallen solos. 

Lo positivo es que he llegado a la conclusión de que es algo de lo que aunque quiera, no me puedo hacer cargo. Amortiguar ese choque es algo que no me pertenece y que lamentablemente tampoco puedo evitarle a mis hijos a los que espero que les afecte tan poco como otras cosas que pensé importantes y al final resultó no serlo tanto para ellos.

Recuerdo algo que me contaba una amiga de Alemania que se estaba separando al tiempo que yo, que me explicaba que su terapeuta le decía que cuando dejase al niño con su padre, dejase que fuese él el que tomase las riendas y no le dejase la comida preparada para el niño, a lo que ella me dijo "es que no puedo soportar pensar que le va a dar patatas fritas con ketchup para comer". He pensado en esto muchas veces y ahora le contestaría a mi amiga que deje que le haga lo que quiera, es su padre y pronto ya no tendrá que ser la madre la que le diga que eso es una porquería, si no que será su hija la que le diga, "papá no quiero esa porquería" y ahí sí que se darán reacciones. O no, pero eso sigue siendo una responsabilidad que seguimos sin poder asumir.

En definitiva, dejo que llegue el día y que se lleve a los niños sin mirar atrás. Tal vez el choque que imagino no sea tal y de haberlo, que cada uno saque sus propias conclusiones, incluidos mis hijos que son fuertes y listos y lo que es aún más importante, tienen a una madre que los espera para cubrir cualquier carencia que manifiesten.

Y dicho lo cuál toca hacerse cargo de esta propaganda libertadora y ponerla en práctica. 




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