viernes, 23 de agosto de 2013

Día 10

C'est fini...


Hoy es el último día que se lleva a los niños y ha vuelto a ser duro ver cómo los pequeños le esperaban y él volvía a permitirse llegar casi quince minutos tarde. Mis hijos por suerte no controlan los tiempos pero si yo procuro que a menos cinco ultimemos detalles, eso les da un punto de referencia a mis hijos, reconocen cuando están esperando y se les hace pesado, cosa que no me hace ninguna gracia que añadan a su cofre de recuerdos de su infancia. Este aspecto, la puntualidad, quiero que sea algo que quede claro en el acuerdo. Y no hablo de no permitir que llegue ni un minuto tarde, que dadas las circunstancias estaría justificado que así lo reclamase, pero a lo que me refiero es que puesto que no hay ningún interés común que nos una, a parte de nuestros hijos, y nuestras vidas siguen caminos separados, lo suyo es que nos tengamos respeto y dentro de este concepto respetemos el tiempo del otro. Si llega tarde, que nos puede pasar a cualquiera, que avise, al menos que lo comunique y que sea algo realmente excepcional.

En cualquier caso ya ni se disculpa. Y yo que pensaba que las patéticas excusas eran lo peor del mundo.

Los niños volvían a oponer resistencia a la idea de irse con el padre. Creo que el mayor piensa que algún día conseguirá que me vaya en el coche con ellos y que la amiga de papá y su hijo, como me dijo ayer, se queden en casa. Espero que pronto se desprenda de esa esperanza y todos aprendamos a ser felices con la situación que vivimos. Sólo deseo ver a mis hijos crecer felices.

Yo me he pasado otra mañana la mar de entretenida y emocionante con unos buenos amigos. Después de comer, a casa, que me traía a los niños y esta vez sí me ha avisado de que llegaba con retraso, supongo que estaba de buen humor o se habrían alineado Saturno y Uranio o quién sabe qué habría pasado para que haya caído en la cuenta de avisarme.

Hemos pasado una tarde en casa de una buena amiga y hemos disfrutado de una tarde de juegos y tranquilidad. Algo en mi interior sentía tristeza y desánimo pero no atino a adivinar el qué.

¿Tristeza a cuento de qué?

Supongo que aunque haya sido doloroso también tiene que ver con el hecho de que mañana ya no hay más recogidas, ni más retrasos, ni más exigencias estúpidas por mensaje, ni más ver pasar al que fue mi marido y su novia con el coche por delante de mis narices, ni muchas otras cosas; tiene que ver con el hecho de que se acaba algo otra vez. Y la cuestión es que también me ilusiona la idea de volver a nuestra pequeña rutina aunque sea por poco tiempo ya que en una semana volamos a casa de vuelta.

Supongo que la mezcla de emociones, de sensaciones es la que me tiene el cuerpo así. 

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