miércoles, 7 de agosto de 2013

Chocolatito y Ricitos de oro

Son mis hijos y mi vida entera. Les llamo así de forma cariñosa y a ellos, como a mí, les encanta.

El pequeño que ya con veintidós meses, repite todo sonido que oye, cuando le digo chocolatito de mamá me dice "tatito" y se ríe poniendo esa carita que hace que me lo coma a besos. 

Desde que nació estableció una relación muy especial con su padre y aunque se pasó quince meses pegado a mi teta, cuando veía a su padre se le llenaba la expresión de alegría. Es por esto que para él esta separación ha sido especialmente complicada. No olvidaré jamás cuando al principio de haberse ido el padre y después de una fugaz llamada antes de acostar a los niños, chocolatito se pasó llorando una hora diciendo "papá, papá..." hasta que se quedó dormido por agotamiento.

Ese día soy consciente de que la rabia y la impotencia que sentí me restaron años de mi esperanza de vida. 

Ricitos de oro es el mayor y con casi cuatro años que tiene está en plena fase del "¿por quéééé?". Intento estar a su altura y esforzarme por contestarle a todo de forma adecuada pero también es cierto que esta fase me pilla en un momento muy inoportuno. Requiere paciencia y tranquilidad porque según que preguntas cuando estás pensando en todo la que se te viene encima las resolvería con un "Cállate, por favor". A veces lo he hecho pero no me siento bien y saco fuerzas de donde no sabía que las tuviese para responderle por qué es mejor no meter la manguera en casa aunque sea verano y AUNQUE haga mucho calor. 

Él mantiene otro tipo de relación con su padre, también le adora porque mi marido siempre fue un padrazo que pasaba todo el tiempo del mundo y más con sus hijos. No obstante se percató de cosas que o bien su padre ignoró que pudiesen afectarle o es tan idiota como para no darse cuenta. En cualquier caso, culpable. No se le ocurrió otra cosa que, incluso antes de separarnos, en plena crisis, cuando me decía que quería ir solo con los niños, se llevaba a su amiga con ellos. 

Mi ricitos de oro no es tonto y me ha costado mucho dejar de oírle decir que (la amiga de papá) es mala o que no quiere jugar con su hijo o que no quiere ir con papá o la última, que está enfadado con papá y no quiere hablar con él por Skype porque tiene una mamá y un nene nuevos. Esto te quiebra el alma. 

Dos meses de hispanidad me los ha devuelto a la senda de la estabilidad gracias a las rutinas, la tranquilidad, lo previsible: cole (escuela de verano), comer con Schin Chan, playa y helado con la abuela. Saben lo que les espera al día siguiente y el plan aunque por supuesto, va sufriendo variaciones, se mueve dentro de un abanico de posibilidades muy limitado que les proporciona seguridad.

Ahora, en una semana viene el padre y aún no he conseguido que éste  me diga donde va a estar o qué tiene pensado hacer con los niños, le he propuesto un horario y una coordinación de la que espero desde hace una semana respuesta. Hoy por primera vez ni ha llamado ni ha dicho nada, hasta ahora aunque no llamase al menos se dignaba a dar alguna que otra excusa patética, pero siempre había dicho algo.

Es cierto que necesito un poco de tiempo para mí, para tumbarme en la toalla de la playa y no estar como una loca corriendo de la orilla a las toallas de otros bañistas a los que chocolatito quiere embadurnar de arena. O salir y sentarme en una terraza a tomar un granizado de almendra oyendo las olas del mar y no a ricitos de oro colapsando mi mente con "por qués". Pero también es cierto que todo esto se queda en una tontería sin importancia cuando pienso en que su padre pueda enturbiar esa tranquilidad que sangre, sudor y lágrimas me ha costado conseguir. Pensar en no verlos en todo el día me estremece, pensar en que les pueda pasar algo, pensar en que se ha pasado casi tres meses sin verlos y que ya a penas se conocen. Se me saltan las lágrimas.

Que no venga por favor. Que no venga...

No hay comentarios:

Publicar un comentario