miércoles, 14 de agosto de 2013

Día 1

Me he pasado la mañana muy nerviosa, casi tres meses sin verle personalmente y además con el aliciente de mirarle y saber que lleva un año engañándome y que mis sospechas han sido finalmente confirmadas.

Al recoger a los niños me he percatado de que a parte de las sillas para el coche de los niños, llevaba otra silla más. Cuando mi hijo se ha apresurado a preguntar le he contestado que era para el hijo de la amiga de papá. Mi indignación era mayúscula, venía con su otra familia a visitar a sus hijos y a parte de pensar que, es posible aunque espero que improbable que les afecte a mis hijos, para mí, que aún siento y padezco, ha resultado ser demoledor. 

Me he pasado horas llorando. Llorando por la realidad que vivo, por la soledad que produce no tener a mis hijos cerca y la frustración de no poder disfrutarlos al tiempo que el padre como la familia que fuimos alguna vez

La tendencia es siempre a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, me hago cargo y me embarco con los ojos cerrados en imaginar que el futuro que me espera me traerá cosas bonitas.

Los niños han vuelto contentos y diciéndole hasta mañana a su padre. Aunque el dolor que siento es importante, me reconforta ver a mis hijos contentos y felices.


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